Sta. Margarita


MIS SANTOS VERANOS


Hoy me gustaría enseñaros algo que para mí ha sido muy especial porque ha formado parte de mi vida durante muchos años. La casa donde he pasado los veranos de mi infancia y posteriormente de mi adolescencia. La casa de los abuelos Ignacio y Mª del Carmen, "Santa Margarita".


Nací un mes de abril y en mayo ya estaba allí. Cada verano con la llegada de San Juan solo soñábamos con ir. Cuando llegábamos lo primero que nos recibían eran los abuelos con la hoguera de San Juan ya preparada para quemar y después, la libertad, vivir cada día rodeada de primos, mucha gente, naturaleza pero sobre todo de tiempo para disfrutar del verano.
Los abuelos
                                                              la entrada                                  

                                            Santa Margarita
La construcción de la casa se llevó a cabo en dos fases. En 1890 se edificaron el cuerpo central, la capilla privada y la torre cuadrada, y en 1895 se levantó la galería de estilo modernista con grandes arcos ojivales y la torre del reloj con campanario. Toda la piedra empleada para su construcción se extrajo del propio jardín.


Las ruinas
El nombre de Santa Margarita proviene de las ruinas románicas de la capilla del convento de Santa Margarita (SG XIII) que se encontraron en los jardines que rodean la casa.
la torre redonda y el reloj






Mi familia, por si no lo sabéis, es un poco numerosa, mi madre era la mayor de 9 hermanos todos ellos muy prolíficos, por lo que la vida transcurría entre el bullicio que había en una casa de mucha, mucha gente.
Los abuelos, los tios casados y los solteros, 22 primos (y los que iban llegando),  Carmeta la cocinera y Angela  la masovera, las tatas, el tio Narciso hermano de la abuela, La Señorita Duchamp (profesora de francés) y a veces el padre (cura). En resumen muchos.



                                            la marquesina
Los días eran geniales, baños, comidas, fiestas de disfraces, los circos que organizábamos en los sótanos, gimkamas, excursiones, los chicos con el seminarista y las chicas sueltas por el jardín jugando a todo menos a muñecas,escaladas a los arboles, bici, escopetas, cabañas, ir a ver como LUIS Crispi el masovero segaba los campos de trigo todavía a caballo, me encantaba sentarme en una esquina del campo y ver como lo hacía, luego te subía al carro y te llevaba a casa, las cuadras, etc...  Era imposible aburrirte (bueno solo el rato de los deberes al abrigo de los animales disecados).


Los abuelos encantados, la abuela con toda la familia alrededor y sin parar de hacer punto de media  para algún nieto que siempre estaba por nacer (tenía 15 años y le decía que quería que me hiciera unas braguitas de perle, ella siempre se reía), el abuelo con su música, sus puestas de sol, sus excursiones a buscar setas, su música y su mundo y los tíos siempre con mil cosas que hacer. 
                          El abuelo y la abuela tejiendo     
Era magnifico.


En el salón grande junto a la paredes habían unos tresillos de flores en donde pasamos las noches, hacíamos tertulias. En  el centro había una "enorme" alfombra que enrollábamos para que una  de nuestras tías soltera nos enseñara a bailar el sirtaki o el vals a las sobrinas. Sigo sin saber bailarlos.
En una esquina del salón había una mesa de juego, donde mi abuela (gran aficionada a las cartas y sobre todo al Barça), alguna tía y después las nietas jugábamos a la canasta o al majhon mientras los tíos jugaban al billar que estaba en el otro lado. 


Con el tiempo la casa se quedó pequeña para tantos y las tres familias mayores nos tuvimos que trasladar al pueblo a nuestras respectivas casas. En Santa se quedaron los tíos solteros, los que vivían con él, los que venían cada dos años de Argentina, como siempre el tío Narciso y la Srta. Duchamp (mira que llegaba a ser antipática y fea) y el resto se turnaba.                                                    


                                                                                    la galería


Después de unos años de muerto mi padre y como mi madre trabajaba volvimos a Santa pues la organización familiar era mas controlada. La casa era mas adulta, todos eramos mas mayores. La abuela ya no estaba y el abuelo estaba con sus dos hijas adoradas, mi madre y mi tía Mª Luisa. Fue la época que más pude conocerlo y disfrutarlo, era una persona extraordinaria, culta y sorprendente y la etapa mas serena de la casa. 
El abuelo se hacía mayor,  pero aún así no perdía ese encanto que hacia que siempre te asombrara como cuando abría la ventana de su despacho y a los que estábamos en la marquesina nos decía "niños os comunico que hace una puesta de sol magnifica" y era cierto, no te habías dado cuenta y era digna de ver o cuando sembraba los pies de los bolets pensando que  saldrían rovellons (jamás vimos uno, solo champiñones enormes como platos)
la entrada presidida por la vaca                                la subida a las ruinas y al croquet




lEl comedor grande ya casi no se usaba, ahora comíamos en el ping-pong, eramos menos. Las tatas ya no estaban y todo se fue haciendo más practico, todos colaborábamos,  pero eramos adolescentes y empezaron las salidas nocturnas, las motos, los baños en la piscina del pueblo, las fiestas, los primeros novios, ya podíamos usar el billar y seguíamos jugando a las cartas por las noches, incluso mi hermano Vicente diseño un campo de golf por todo el jardín, aunque hay que decir que a pesar de tener los greenes un poco espesos, era muy divertido. Seguía siendo genial.


Ahora la casa ha cambiado, los abuelos no están. Los tíos tampoco. La casa la heredó el chico mayor, el tío Sebas y ahora que él tampoco está, sus hijos ante tan enorme vivienda y mantenimiento la han restaurado, quitado muchos trastos acumulados por los años y la devastación de tantos niños y la han adecuado para eventos. Han dividido la casa en 3 viviendas dentro de la casa grande y han quedado magnificas. Aunque no es la misma es una verdadera delicia ver la casa que luce con más brillo que nunca. 



  el salón grande
Ya no está la alfombra donde bailábamos, el billar esta cubierto y la mesa de comedor esta guardada, el zorro ha desaparecido, pero el piano sigue en su sitio y cada año acudimos  a la celebración del campeonato de Bolei que se celebra el ultimo fin de semana de agosto  y que reúne parte de la  familia y  veraneantes de San Julian para todos juntos  celebrar una fiesta por la noche y volver a bailar en el salón donde bailábamos de pequeños y disfrutar de la chocolatada de entrega de premios en la galería donde aprendíamos a ir en bici.

Algunos primos se casan en su pequeña capilla (abierta solo para la familia), y ya empiezan los nietos, incluso celebramos las bodas de oro de algunos tíos. Es un entorno mágico para nosotros que nos trae a todos nosotros solo buenos recuerdos.



Hay cientos de anécdotas que ocuparían otros espacios, pero solo quiero decir que he sido afortunada de poder disfrutar de todas ella y que espero poder enseñaros algún día este trocito de mi vida.

Feliz verano












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